miércoles, 3 de mayo de 2017

Calle

Con la boca cerrada no salen las moscas

que entraron cuando la tenías abierta.

Soy esa última aceituna muerta, que nadie come,

que se desvanece en el olvido,

que acaba en la basura.

Y si alguna vez, solo alguna,

salgo a la calle y me convierto en un océano de dudas,

en poemas a la nada o en obviedades absurdas,

por favor, espérame en el valle preparando tu ayuda.

Si alguna vez desisto, abandono o me desvanezco,

álzame la cabeza y devuélveme dónde pertenezco.

Y si entonces me vuelvo loco, me ahorco o no respondo,

no desistas ni abandones ni te desvanezcas.

El reflejo en el agua de la vía, movido por un temblor imparable,

mostrando la imagen de mi vida,
viviendo una realidad improbable,
y alejada de la vía.

El tiempo y sus ráfagas de viento golpeándote en la cara,

y el tiempo que depara,
un invierno violento.

Con luces de noche raras, herméticas, apagadas,

son marchitas las palabras,
que se marchan y llegarán al final del día.

Como una marcha fúnebre descalza entre almas y horas sin más,

Y entre pieles manchadas, raídas, iluminando la belleza de la nada

son pocas las caídas, muchas más las olvidadas,
que me quedan por dejar atrás.

Sin nombre #1

Pregunté a las olas que se fueron

entre el silencio del viento pasado,

por qué nunca pasa el tiempo

en un reloj de arena estropeado.

Oasis florecen y amanecen como el mar

contemplando peces y muchas otras veces,

la realidad que no me atrevo a aceptar.

Como el tiempo que nunca pasa y la desidia que arrasa,

en un reloj de arena sin mar.